TEMPLO Y EX CONVENTO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
HISTORIA
En 1530 y por orden de la reina Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, llegaron a la Nueva España acompañadas de Fray Juan de Zumárraga, seis beatas procedentes de Salamanca, España, que pertenecían a la orden de las Monjas concepcionistas, a las cuales se les unieron mas tarde otras que llegaron de Toledo para funda hacia 1540 el primer convento femenino en la Nueva España ubicado en la ciudad de México.
En 1593, consecuentemente, se consagra el convento de la Limpia Concepción de Nuestra Señora de la Puebla de los Ángeles, el cual tuvo una muy buena aceptación, ingresando muchas jovencitas; una de las características era que se reservaba únicamente para criollas a quienes incluso se les pedía una dote que sólo las familias muy adineradas podían pagar.
En vista de que muchas otras jovencitas querían entrar al convento y no lo lograban, don Alonso Rivera Barrientos, alcalde y don Alonso Rodríguez Gallegos, regidor perpetuo, reunieron sus aportaciones y solicitaron permiso al rey Felipe IV para fundar otro convento, logrando la respuesta afirmativa ; se convino fundarlo con la advocación de la Santísima Trinidad; de esta forma se denominó como “Trinitarias Concepcionistas” o Convento de la Santísima Trinidad y de la Concepción de Nuestra Señora; actualmente se le conoce sólo como «la Santísima».
Al inicio se carecía de un templo por lo que se adaptó el zaguán del convento como una capilla y fue hasta la segunda mitad del siglo XVII cuando don Diego Osorio Escobar y Llamas tomó posesión de la diócesis (1656) e intervino ante don Antonio Rodríguez Gallegos, albacea y patrono, para que se les construyera un templo digno en el lugar en donde estaban unas casas que las mismas religiosas rentaban; don Antonio Rodríguez decidió no participar, entonces fue con don Florián Reynoso que reunió el dinero necesario para iniciarlo, de esta forma en 1668 se colocó la primera piedra y para 1672-73, se dio la obra por lista aunque le faltaban algunos detalles ornamentales y el coro; Carlos García Durango, arquitecto, es mencionado como uno de los participantes en la obra.
En el siglo XVIII los bienes del convento se acrecentaron, pero para el XIX el movimiento liberal triunfante se apoderó del edificio; Comonfort (1856) despojó a las trinitarias de sus bienes que se vieron obligadas a salir del convento; Juárez (1861) provocó la reducción de ellos, por lo cual se fusionaron las trinitarias y las concepcionistas, pero para 1862 volvieron a ser expulsadas y se refugiaron en la casa de «Las Recogidas», ubicada en la calle «De la Sacristía de las Capuchinas». Es en 1917 cuando llegan los padres Redentoristas a Puebla y para 1920 fueron nombrados capellanes del templo de la Santísima, haciéndose cargo inmediatamente del mismo hasta nuestros días.
TEMPLO, CONVENTO Y HOSPITAL DE SAN ROQUE
HISTORIA
Los hermanos legos de la orden de la Caridad del mártir san Hipólito, escogieron la naciente ciudad de Puebla, paso obligado entre el puerto de Veracruz y la ciudad de México, para establecer un hospital que atendiera a los españoles que venían al Nuevo Mundo, quienes tendrían la seg Cambiar editor uridad de una atención en caso de enfermedad sin tener que esperar a llegar a la capital del virreinato.
En el exterior del templo podemos ver en una placa de azulejos de talavera un mensaje alusivo a la fundación de este templo que dice así: «A la memoria de Bernardino Alvarez, natural de Utrera, Sevilla, fundador de la orden mexicana de los hipólitos. Aprobada por el arzobispo D. Alonso de Montufar en 1569 y confirmada por Gregorio XIII y Sixto V en 1589. Fundó los hospitales de san Roque, Puebla, Santa Cruz de Oaxtepec, Mor. y santa María de la Consolación de Acapulco, Gro., la de santa María de Belén, Perote y Concepción de Jalapa y San Martín de Veracruz para alivio de caminantes y enfermos. Murió en México en 1584. Museo Regional del Estado» y firma Miguel E. Sarmiento.
Los encargados de la construcción que se realizó a base de limosnas, fueron don Pablo de Pastrana y don Rodrigo de Garay, vecinos de la ciudad; se edificó un convento, el hospital y un pequeño templo con cubierta de vigas que por cierto cuenta la historia que la noche anterior a la consagración del templo se vinieron abajo.
El capitán Roque de Pastrana, hijo de don Pablo de Pastrana, se encargó de la edificación del nuevo templo; hombre devoto y además acaudalado militar había costeado ya el cimborrio (base de la cúpula) de la Catedral.
Finalmente el 16 de agosto de 1672, día de san Roque, se dedicó el templo y los hipólitos dedicaron sus esfuerzos a cuidar de los enfermos dementes, haciéndolo con mucha caridad; más tarde el jesuita Miguel José de Ortega (1740) vio las necesidades por las que pasaba el hospital y se encargó de las mejoras, colocando a su propia iniciativa una imagen de la Virgen de los Remedios y la promovió como la Patrona del hospital. Poco después fray José de Santa Cruz logra la construcción de más cuartos, con el apoyo del canónigo don Pedro Piñeyro y Osorio; su sucesor, fray Manuel Serrano hizo el altar del templo y una nueva torre, (1835) ya que en el sitio de la ciudad se colapso la existente, contó con el apoyo de José Manzo quien no cobro ni un centavo por su trabajo. Los hermanos hipólitos decidieron nombrar a San Roque como patrono y abogado contra la peste (1624), por lo que el templo tomó está advocación.
TEMPLO Y COLEGIO DE SAN ILDEFONSO
HISTORIA
La historia nos cuenta que fue en 1622 cuando se pensaba hacer un hospital de la diócesis exclusivamente para los indios en este sitio, sin embargo, el obispo Alonso de la Mota y Escobar (1608-1625) reconsideró esta idea y entregó a los padres de la Compañía de Jesús el proyecto para establecer un colegio en donde se enseñara filosofía, teología escolástica y moral, modelo que adquiere tal prestigio educativo que incluso los egresados podían entrar a la muy afamada Universidad de México en cualquier grado, aspecto que era muy difícil que se diera en esa época; y buscando realizar la obra es el mismo obispo quien dona todos sus bienes: alhajas, muebles, una hacienda en Atlixco, e incluso sus esclavos.
Finalmente, don Alonso de la Mota contrata al Cap. Francisco de Aguilar quien ya había trabajado en el templo y convento de Santa Teresa, para la construcción del hospital donde interviene también el maestro mayor de la Catedral, Pedro López Florín, realizando un magnífico trabajo en las escaleras, la fachada, las ventanas, los arcos y las columnas.
Años mas tarde se hace un nuevo contrato con el capitán Aguilar, quien se compromete a terminar el hospital y a edificar el templo además de la tumba del fundador, siendo el precio estimado en veintitrés mil pesos oro. Cuando fue expulsada la Compañía de Jesús de nuestro país se quedó sin funcionamiento el templo.
Más tarde en el siglo XVIII el obispo López Gonzalo estableció el llamado Hospicio de Pobres. En el sitio de 1863 se dañó seriamente y a principios del siglo pasado fue reconstruido siendo el encargado de la obra el ingeniero Emilio López Vaal; se erigió entonces un edificio expresamente para el hospicio, y ya en época reciente este inmueble se utiliza como colegio público, funcionando también ahí la sede de las oficinas de la Beneficencia Pública del Estado.
Sólo cabe aclarar que originalmente este templo fue capilla del colegio jesuita; también fue usado por los agustinos mientras reconstruían su templo que resultó muy dañado en el sitio de Puebla.
TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO O DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS
HISTORIA
Fue en 1572 cuando los primeros pobladores de nuestra ciudad conocieron a los padres que integraban la Compañía de Jesús o de san Ignacio de Loyola, pues venían de Veracruz e iban rumbo a la Capital; se les recibió calurosamente desde la garita de Amozoc a base de repique de campanas y con el júbilo de la gente, tuvieron el apoyo tanto espiritual como económico pues se conocía de la vocación de educadores que tenían e incluso los instaban a que fundaran algún colegio en estas tierras.
Fue don Antonio Morales Ruíz Molina, doctor y posteriormente obispo de esta diócesis quien donaría dos solares cerca de la Plaza Mayor (nombre correcto del actual Zócalo), para que los jesuitas fundaran un colegio, mas a pesar de esta donación no pudieron aceptar pues ya tenían el compromiso de hacerlo en la capital.
Sin embargo, la predicación del padre jesuita Hernán Suárez de la Concha (1578) hecha en Atlixco y Puebla tuvo tanto éxito que se solicitó nuevamente la presencia de los jesuitas para fundar un colegio; se les cedieron terrenos que antes eran propiedad de don Fernando Gutiérrez Pacheco de Villa Padierna para iniciar la casa de la Compañía de Jesús. Con las copiosas limosnas y donativos lograron fundar el colegio de San Jerónimo para la formación de los sacerdotes y para 1582 la manzana completa ya era de ellos.
El rector Pedro de Morales se entrevistó con don Melchor de Covarrubias, hacendado y tratante de grana quien aportó una enorme suma de dinero para la fundación del Colegio del Espíritu Santo, convirtiéndose así en mecenas de los Jesuitas. por lo que se le dieron ciertos privilegios como tener su sepulcro en un lugar preferente del templo jesuita, encender una vela en su memoria en cada misa celebrada, etc.; todos sus bienes fueron donados y actualmente su retrato se encuentra en el salón Paraninfo de la Universidad Autónoma de Puebla.
El colegio del Espíritu Santo levantó un pequeño templo y según el historiador H. Leicht se habla de una capilla dedicada a san Miguel para la instrucción de los naturales; poco después vieron que era necesario construir un templo más grande para lo cual el Ayuntamiento no dudó en extender el permiso (1583). Andrés Pérez de Ribas, cronista jesuita escribe que el edificio era de una hermosa arquitectura a base de cantería y con altas torres en donde se colocaban cruces y reliquias para defenderse de los innumerables rayos durante las tormentas.
El maestro en albañilería Rodrigo Alonso de Abis fue uno de los que intervinieron en la construcción y tuvo un ayudante mestizo de nombre Miguel; el templo se terminó en 1600. Como no tenía atrio, se solicitó al vecino de enfrente de nombre Juan Barranco cediera parte de su terreno para que se formara una plaza pequeña. Este templo se consagró al Espíritu Santo, aspecto que era inusitado pues resulta que no se permitía que los templos católicos se dedicaran a la primera y tercera persona de la Santísima Trinidad. Como el espacio del templo era insuficiente, el rector P. Ignacio Mozárabe decidió construir uno nuevo mas amplio aprovechando la construcción antigua, construyendo un templo de tipo basilical de tres naves; cada uno de los tramos tiene columnas de cantería labrada; se solicitó permiso al Cabildo para tomar parte de la calle y construir un portal (1764) sobre el cual estaría ubicado el coro y las torres que se terminaron en el siglo XIX por orden del obispo don Manuel González Campillo.
A José Miguel de Santa María, arquitecto poblano es a quien corresponde la obra, quien por cierto se recibió (1744) con la distinción de “maestro mayor en arquitectura” de la ciudad en 1749, algo que en esa época era difícil de obtener en su condición de mestizo.
El obispo don Francisco Fabián y Fuero consagró el templo ya concluido, el 28 de febrero de 1767.
Sin embargo el 25 de junio de ese mismo año, los miembros de la Compañía de Jesús fueron expulsados, el rey tomó todas sus propiedades y entonces el cabildo eclesiástico nombró representantes para la administración de estos bienes, sin embargo para 1770 los colegios y el templo quedaron abandonados y las instituciones de enseñanza fueron reunidas en uno sólo denominado Colegio Carolino en honor del Rey Carlos III, el nombre lo conservó hasta 1819 cuando los jesuitas regresaron a México, aunque en 1821 fueron nuevamente expulsados y fue el general Santa Ana (1853) quien les permitió el regreso; Comonfort (1856) los expatrió, y regresaron cuando se dio la ocupación francesa y nuevamente los expulsan en 1873; es esta parte de la historia que vivió la orden.
Finalmente, el templo fue cedido en 1978 al Arzobispado y es actualmente auxiliar de la Catedral para impartir el sacramento de la Confirmación.