UNIVERSIDAD POPULAR AUTÓNOMA DEL ESTADO DE PUEBLA
35 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN
07 de mayo de 2008
Las grandes obras de la humanidad prueban su valía al paso del tiempo y dejan ver los elementos esenciales en que han sido fundadas. La Universidad como institución educativa tiene su origen en el corazón de la Iglesia. Esto es un hecho incuestionable que ha dejado su huella durante generaciones en el mundo entero.
Esta universidad nace hace 35 años en un momento histórico conflictivo, en el que un grupo de laicos universitarios, bajo el lema de “La Cultura al Servicio del Pueblo”, deciden defender la libertad de conciencia y su derecho de conocer la Verdad plena y transmitirla a la luz de la Doctrina Social Cristiana. La fidelidad de los Fundadores de esta Universidad a estos principios nos permite tener ahora una institución consolidada, con presencia destacada en el campo educativo de México y con un compromiso por la cultura de cuño cristiano, en dialogo con nuestro mundo.
Quiero recordar algunos aspectos importantes sobre la grandeza de la misión de la universidad y lo que espera la Iglesia y México de ella. La Universidad es en primer lugar una comunidad de maestros y alumnos que se consagra a la investigación, a la enseñanza y a la formación de los estudiantes, libremente reunidos con sus maestros, animados por el mismo amor del saber. Esto es importante porque la universidad no debe ser confundida con una escuela de capacitación profesional en la que se prepara profesional y técnicamente a los alumnos respondiendo a los lineamientos del Estado o de las Leyes del mercado o de cualquier otro poder.
La Universidad educa en la verdad plena, educa para la libertad cuando tiene en su centro a la persona humana como imagen del Creador. Cuando se abandona la referencia al sentido de la trascendencia y de la razón natural, se pervierte y se viola gravemente la libertad y la dignidad del hombre. La universidad no debe retroceder hacia planteamientos pragmáticos que le hagan confundirse con otras realidades que parezcan más un negocio que un “Alma Mater”.
Una concepción relativista de los valores y derechos de la persona lleva a negar su universidad y trascendencia en nombre de diferentes contextos culturales, políticos, sociales e incluso religiosos. Una perspectiva utilitarista de la universidad destruye el fundamento de la solidaridad entre los miembros de la sociedad; en cambio, educar en la Verdad plena del ser humano despierta energías insospechadas hacia las necesidades y los derechos del prójimo. En un ambiente relativista se incita a los creyentes a suprimir una parte de sí mismos, su fe, para ser “ciudadanos tolerantes e incluyentes”. La universidad debe afirmar que nunca es necesario renegar de Dios para gozar de los mismos derechos, ya que estos están basados y plasmados en la naturaleza trascendente de la persona, y que permite a hombres y mujeres recorrer su camino de fe en Dios en este mundo. El reconocimiento de esta dimensión nos abre a los caminos de la esperanza y del apostolado en el ámbito universitario, donde deben tener cabida todos los carismas de la Iglesia que refuerzan la identidad de la universidad.
El Santo Padre Benedicto XVI, en su Encíclica Spe salvi, ha insistido “que la búsqueda, siempre nueva y fatigosa, de rectos ordenamientos para las realidades humanas es una tarea de cada generación”. Esta tarea no es de un día ni de un año, pero en esta dirección han de caminar las Universidades que quieran ser fieles a su origen humanista y mucho más si son de inspiración cristiana.
Las buenas estructuras y los mejores planes académicos ayudan, pero por sí solos no bastan. El hombre no puede ser redimido solamente desde el exterior. Se ha de comenzar con una lúcida auto-evaluación académica que nos permita conocer cuáles son nuestras fuerzas y debilidades, donde están nuestros recursos humanos y materiales para, luego, hacer una estrategia de desarrollo integral que nos lleve a la excelencia como institución educativa superior.
La cosmovisión que se brinde a los estudiantes has de ser católica y ello es responsabilidad de la entera comunidad universitaria, pero, ante todo, de los profesores y directivos. Se ha de formar a la luz del magisterio de la Iglesia, reconociendo que esto no va reñido con el respeto debido a la libertad académica ni con la búsqueda de la Verdad.
La Universidad tiene un compromiso ante nuestra sociedad: contribuir a través de la investigación y docencia a la grandeza de México, debe aportar profesionistas con una cosmovisión que favorezca la solución de los problemas sociales, siempre desde la perspectiva de respeto absoluto a la persona humana, a sus derechos y necesidades.
Pero, sobre todo, tiene la función de educar para ser libres. La libertad debe ser conquistada por el bien una y otra vez. La libertad necesita una convicción; una convicción no existe por sí misma, sino que ha de ser concebida por la razón a la luz de la fe, allí está la razón de ser de la universidad.
Para todos los que conforman esta comunidad universitaria, alumnos, maestros, directivos, patronato y personal administrativo, les felicito en este significativo aniversario y pido al Señor y a Santa María de Guadalupe abundantes gracias para que sean fieles a su identidad como universidad de inspiración cristiana.
“Para ser libres nos libertó Cristo: manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud” (Gal. 5,1)
Norberto Card. Rivera Carrera
Arzobispo Primado de México.
Fuente: UPAEP (2008). Carta del Cardenal Norberto Rivera a la UPAEP por el 35 aniversario de la fundación_7 mayo 2008