ARPA

TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO O DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

PODCAST

 
 

HISTORIA

Fue en 1572 cuando los primeros pobladores de nuestra ciudad conocieron a los padres que integraban la Compañía de Jesús o de san Ignacio de Loyola, pues venían de Veracruz e iban rumbo a la Capital; se les recibió calurosamente desde la garita de Amozoc a base de repique de campanas y con el júbilo de la gente, tuvieron el apoyo tanto espiritual como económico pues se conocía de la vocación de educadores que tenían e incluso los instaban a que fundaran algún colegio en estas tierras.

Fue don Antonio Morales Ruíz Molina, doctor y posteriormente obispo de esta diócesis quien donaría dos solares cerca de la Plaza Mayor (nombre correcto del actual Zócalo), para que los jesuitas fundaran un colegio, mas a pesar de esta donación no pudieron aceptar pues ya tenían el compromiso de hacerlo en la capital.

Sin embargo, la predicación del padre jesuita Hernán Suárez de la Concha (1578) hecha en Atlixco y Puebla tuvo tanto éxito que se solicitó nuevamente la presencia de los jesuitas para fundar un colegio; se les cedieron terrenos que antes eran propiedad de don Fernando Gutiérrez Pacheco de Villa Padierna para iniciar la casa de la Compañía de Jesús. Con las copiosas limosnas y donativos lograron fundar el colegio de San Jerónimo para la formación de los sacerdotes y para 1582 la manzana completa ya era de ellos.

El rector Pedro de Morales se entrevistó con don Melchor de Covarrubias, hacendado y tratante de grana quien aportó una enorme suma de dinero para la fundación del Colegio del Espíritu Santo, convirtiéndose así en mecenas de los Jesuitas. por lo que se le dieron ciertos privilegios como tener su sepulcro en un lugar preferente del templo jesuita, encender una vela en su memoria en cada misa celebrada, etc.; todos sus bienes fueron donados y actualmente su retrato se encuentra en el salón Paraninfo de la Universidad Autónoma de Puebla.

El colegio del Espíritu Santo levantó un pequeño templo y según el historiador H. Leicht se habla de una capilla dedicada a san Miguel para la instrucción de los naturales; poco después vieron que era necesario construir un templo más grande para lo cual el Ayuntamiento no dudó en extender el permiso (1583). Andrés Pérez de Ribas, cronista jesuita escribe que el edificio era de una hermosa arquitectura a base de cantería y con altas torres en donde se colocaban cruces y reliquias para defenderse de los innumerables rayos durante las tormentas.

El maestro en albañilería Rodrigo Alonso de Abis fue uno de los que intervinieron en la construcción y tuvo un ayudante mestizo de nombre Miguel; el templo se terminó en 1600. Como no tenía atrio, se solicitó al vecino de enfrente de nombre Juan Barranco cediera parte de su terreno para que se formara una plaza pequeña. Este templo se consagró al Espíritu Santo, aspecto que era inusitado pues resulta que no se permitía que los templos católicos se dedicaran a la primera y tercera persona de la Santísima Trinidad. Como el espacio del templo era insuficiente, el rector P. Ignacio Mozárabe decidió construir uno nuevo mas amplio aprovechando la construcción antigua, construyendo un templo de tipo basilical de tres naves; cada uno de los tramos tiene columnas de cantería labrada; se solicitó permiso al Cabildo para tomar parte de la calle y construir un portal (1764) sobre el cual estaría ubicado el coro y las torres que se terminaron en el siglo XIX por orden del obispo don Manuel González Campillo.

A José Miguel de Santa María, arquitecto poblano es a quien corresponde la obra, quien por cierto se recibió (1744) con la distinción de “maestro mayor en arquitectura” de la ciudad en 1749, algo que en esa época era difícil de obtener en su condición de mestizo.

El obispo don Francisco Fabián y Fuero consagró el templo ya concluido, el 28 de febrero de 1767.
Sin embargo el 25 de junio de ese mismo año, los miembros de la Compañía de Jesús fueron expulsados, el rey tomó todas sus propiedades y entonces el cabildo eclesiástico nombró representantes para la administración de estos bienes, sin embargo para 1770 los colegios y el templo quedaron abandonados y las instituciones de enseñanza fueron reunidas en uno sólo denominado Colegio Carolino en honor del Rey Carlos III, el nombre lo conservó hasta 1819 cuando los jesuitas regresaron a México, aunque en 1821 fueron nuevamente expulsados y fue el general Santa Ana (1853) quien les permitió el regreso; Comonfort (1856) los expatrió, y regresaron cuando se dio la ocupación francesa y nuevamente los expulsan en 1873; es esta parte de la historia que vivió la orden.
Finalmente, el templo fue cedido en 1978 al Arzobispado y es actualmente auxiliar de la Catedral para impartir el sacramento de la Confirmación.

 

CONTACTO