Por: Mtra. Rocío Hitzel Fierro Trujillo
Jefa del Departamento de Bellas Artes y Proyección Cultural UPAEP
legado artístico del continente americano posee una historia milenaria que se extiende en el tiempo y en el espacio geográfico, representada por una multiplicidad de objetos, técnicas y materiales, usos y funciones, que son producto de procesos culturales de amplia duración y en el marco de visón cosmológica. Lo que llamamos arte mesoamericano es solo una dimensión regional circunscrita a una localización específica dentro del continente que abarcaría la franja media del territorio (de ahí la denominación) y que supone uno de los focos de producción artística más importantes de la antigüedad, representado por obras con un alto grado de desarrollo y sofisticación, tanto en su elaboración como en el universo simbólico que las sustenta.
El arte mesoamericano fue eminentemente cultual, vinculado profundamente al pensamiento cosmogónico y a la praxis ritual; no fue un arte hecho para la contemplación del hombre sino de los dioses, para potenciar la dinámica que da continuidad a su existencia y la del mundo que habitan. Se trató de una práctica cultural que actualizó y vigorizó los mitos (narrativas prístinas esenciales) los materializó en barro, en piedra, en las plumas de aves multicolores, en soportes de piel animal o corteza vegetal o en pigmentos extraídos de la naturaleza, al tiempo que exploró en la diversidad de los lenguajes plásticos, figuración, abstracción, naturalismo, simbolismo y en la multiplicidad de los formatos; todo bajo el signo de la experimentación.
El arte mesoamericano sigue la periodización de los horizontes culturales usada en la historia de la región, comenzando en el periodo preclásico en la costa del golfo, con el auge de la cultura olmeca y sus formas artísticas más relevantes como la escultura monumental de las grandes cabezas de guerreros-sacerdotes-gobernantes o los altares votivos ricamente ornamentados. Continuando en el horizonte clásico, con las trazas urbanas y centros ceremoniales de las grandes ciudades como Monte Albán, Teotihuacán y las urbes mayas del clásico, con sus extraordinarios edificios donde descuellan los templos piramidales tan característicos de la arquitectura mesoamericana. También en este periodo, se desarrolló ampliamente la pintura mural que decoraba palacios, estancias habitacionales, administrativas y de usos cotidianos para las élites gobernantes. Y llegando al periodo postclásico, objetos y técnicas de la más auténtica tradición artística mesoamericana, tenemos el arte plumaria y la elaboración de códices; del primero habría que apuntar que la materia prima de su elaboración, las plumas de aves endémicas de la región, eran consideradas símbolo de belleza entre los pueblos mesoamericanos.