Si el teatro es un ensayo para la realidad como afirmase Augusto Boal en los años 70, entonces la práctica de este arte requiere del desarrollo de la ética personal y la conciencia sobre el poder de transformación que el teatro guarda como espejo de la humanidad.

El teatro es colectivo por antonomasia, refiriéndome a la comprensión de un principio filosófico que más allá de las teatralidades y poéticas posibles, está relacionado con la polis como sentido de organización social de cualquier grupo humano.

Y es desde esta mirada que “MCBTH, ruega por nosotros” es un claro ejemplo de cómo el arte es una vía de reconciliación del ser a nivel personal y colectivo, proporcionando un nuevo sentido de vida a quien convierte la escena en su vía de expresión.

Se trata de una obra dirigida por Itari Martha y Javier Cruz a cargo de la Compañía de Teatro Penitenciario, proyecto de impacto social del Foro Shakespeare que trabaja con la población varonil del penal de Santa Martha Acatitla en la Ciudad de México desde hace 13 años.

Más que compartir una anécdota, quisiera abrir un espacio de reflexión en torno a la experiencia vivida junto a una compañía de teatro que, además de realizar una labor tan hermosa como compleja al interior y exterior del penal, navega a contracorriente de un sistema penitenciario fallido, rico en discurso institucional, pero pobre de humanidad.

Como dice Mercedes Sosa, “yo vengo a ofrecer mi corazón”, y es eso lo que se hace palpable una vez que entras al Teatro Juan Pablo de Tavira y te posicionas frente a la mirada de esos hombres, que aun cuando afirman ser de piedra, los ves derretirse en la pasión y la entrega hacia la escena.

Las palabras “culpable” o “inocente” carecen de sentido si abres el espectro para permitir que el acontecimiento teatral y el convivio humano sucedan. Basta imaginar que el refresco de uva es vino, darse cuenta que la ambición de Lady Macbeth representa un grito de justicia por todas las muertas y desaparecidas, y que la sonrisa de cualquiera de los personajes esconde el dolor real de los actores que, para llegar a afirmarse en el escenario, han tenido que cuestionarse sobre las decisiones de su vida, su machismo y su idea de hombría como parte del viaje durante el proceso de creación.

¿Qué es la libertad?

¿Dónde se encuentra?

Es interesante ver los rostros del público cuando al finalizar la obra, Ismael Corona comparte que dos de los compañeros- el Sencillo y el Cucharas- están a días de recobrar su libertad y decidir cómo continuar; y al mismo tiempo que todos en la sala nos alegramos, lo escuchamos afirmar: “Cada quien elige su cárcel”. Y es que sí, la prisión puede llegar a ser física, pero inicialmente es un estado mental. ¿Alguna vez te has preguntado cuál es tu prisión?

Revisitar a Shakespeare y ser partícipes del trabajo de la Compañía de Teatro Penitenciario no es un ejercicio de morbo, por el contrario, es la constatación de un proyecto maravilloso, en el que los integrantes se convierten en profesionales, dado su compromiso al asumirse como actores de teatro y de su propia vida con todo lo que ello implica, abriendo así, una posibilidad de sustento económico para sí y sus familias.

Cabe mencionar que la labor de la Compañía también ha dado pie al Centro Cultural Autogestivo “El 77”, donde Valeria Lemus, actriz y gestora, junto a varios integrantes, continúan su vida a través de diversas actividades y compartir de saberes.

¡Larga vida al teatro penitenciario y a la reconfiguración humana a través del arte!

Si quieres saber un poco más visita: https://www.facebook.com/CiaTeatroPeni/
https://www.instagram.com/el77cca/