Han pasado 14 años desde que decidimos encauzar una serie de inquietudes que teníamos en mente sobre diferentes problemáticas sociales que se presentaban en nuestro entorno. Con bastantes dudas comenzamos un camino que nos ha enseñado mucho sobre lo que implica, como diría Paulo Freire, chocar con la realidad para producir conocimiento.
La guía amorosa de diferentes personas durante estos años nos ha permitido adentrarnos en los diferentes procesos de aprendizaje, pensándolos no como medios para replicar ataduras o evitar el pensamiento crítico, sino como misterio y maravilla, como forma de encuentro y como lectura y diálogo con el mundo.
Nada nos ha aportado más que el error, ya que, desde la experiencia vivida, hemos entendido al mismo como puerta para entrar a otras realidades, como una manera de descolocarnos de una racionalidad “seca”, como una forma de caminar haciendo atenta escucha de la intuición.
Pasamos de atender manuales y procesos didácticos, de pensar el aprendizaje como algo que se encuentra ligado a una infraestructura específica, de conocer e interactuar tanto con la educación formal como con la no formal, a soltar el volante y asumir que lo incidental, aquello que se da en lo cotidiano y que acontece sin el mínimo control, es una forma de aprendizaje fundamental, pues da sentido a la forma en la que nos desenvolvemos en la cotidianidad.
Hemos hecho caso a nuestras inquietudes y las hemos materializado en dispositivos artístico-pedagógicos móviles, pensándolos y activándolos como medios de extensión de nuestros propios cuerpos, como una forma de entrar en relación con las cosas, como una disrupción que permita que la experiencia se hiciera presente al deambular por las calles, inmersos en el acontecer de la comunidad.
Por eso hemos dejado de entrar en una dinámica que busca reducir lo que sucede en el espacio público a cifras, y esto no por demeritar lo que los números pueden arrojar acerca de las actividades realizadas, sino porque hemos decidido sumergirnos en lo que cada uno de los encuentros acontecidos nos ha dejado y cómo estos han influido en nuestra perspectiva sobre la vida cotidiana.
Para que todo esto sucediera, ha sido fundamental la trama relacional en donde el colectivo La 15 se encuentra, ya que este entramado ha posibilitado espacios para reflexionar sobre aquello que se ha tejido y conformado, sobre quiénes son partícipes en este proceso y cómo estas relaciones permiten que los artefactos propuestos desde el colectivo sean pertinentes en el contexto en donde nos encontramos, dándonos cuenta de que lo relacional se manifiesta como modo de comunicación y como una forma de estar juntos.
Finalmente, nos seguimos preguntando: ¿Qué hacemos aquí?, esto como una forma de habitar el presente desde la curiosidad y el senti-hacer como diría Abigail Galicia, como una pregunta generadora de algunas respuestas, pero sobre todo de más dudas, como una forma de continuar con el proceso fundante del colectivo y no clausurarlo, como una manera de estar dentro y no afuera, como un modo de hacernos tiempo para que el tiempo aparezca.
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